Quién era Julio Valdivia, el periodista asesinado en Veracruz

 11/09/2020 - 04:32

Cuentan quienes conocen a Julio Valdivia que no era un periodista de carrera, pero sí un reportero de raza. De corazón. 

“Le gustaba cubrir la nota hasta en su día de descanso -explica un compañero que trabajó con él-. No importaba si había un incendio a media noche, o un asesinato a las seis de la mañana. Él siempre acudía rápido al lugar de los hechos en su moto”.

Y en esas estaba, trasladándose en su inseparable motocicleta azul a cubrir una nota, cuando alrededor de las 14.3 horas del miércoles 9, su cuerpo apareció decapitado en las vías del tren de la localidad de Motzorongo, a unos escasos 8 kilómetros de Tezonapa; localidad donde era corresponsal para el diario El Mundo de Córdoba, en la zona centro de Veracruz. 

En un principio, las primeras investigaciones apuntaban a un posible accidente. No sería el primero al que se lleva el ferrocarril La Bestia en un descuido, o por una negligencia al volante o arriba de una motocicleta. Pero los peritos criminalistas de la Fiscalía estatal pronto descartaron esa posibilidad, publicó El Mundo de Córdoba en una nota ayer noche. 

Más bien, por cómo estaba acomodado el cuerpo, los indicios apuntan a que se trató de fabricar un accidente. De hecho, hay evidencia de que primero el cuerpo fue decapitado, y luego arrastrado hasta las vías, donde a unos metros yacía la motocicleta sin un rasguño.  

“Quienes lo asesinaron trataron de hacerlo pasar por un accidente”, denunció en la nota el periódico veracruzano, que ya en 2015 vio como otro de sus periodistas, Armando Saldaña, fue asesinado en la misma zona.

“Un polvorín”

Otros reporteros entrevistados, quienes pidieron anonimato por motivos de seguridad, cuentan que Julio no tenía enemigos declarados. Aunque eso, desde luego, no es garantía en un estado como Veracruz, considerado a nivel mundial como uno de los lugares más peligrosos para ejercer el periodismo. 

Y menos garantía aún, si el reportero cubre balaceras, asesinatos, secuestros, desapariciones forzadas, y la nota roja en general, “el pan de cada día” en la zona limítrofe entre Tezonapa, Veracruz, y Acatlán de Pérez, Oaxaca, donde zetas, jaliscos nueva generación, huachicoleros, policías, y marinos, han convertido la zona “en un verdadero polvorín”. 

“Hay muchos grupos en pugna en toda la zona. Te puede caer una bala en cualquier momento y desde cualquier bando”, dice un periodista que conoce bien la región. 

“El trabajo del periodista en esa zona es muy rifado. Ahora mismo es la zona más conflictiva para reportear”, añade.

En un comunicado, la Comisión Estatal para la Atención y Protección de los Periodistas (CEAPP) señaló que Julio Valdivia no contaba con medidas especiales de protección, “debido a que hasta el momento de la agresión no había reportado a esta Comisión alguna situación o amenaza”. 

Aún así, exigió a la Fiscalía que incluya como línea de investigación del asesinato el trabajo periodístico del reportero, que publicaba notas sobre sucesos violentos en la región. En la noche, la Fiscalía confirmó en un comunicado que, en efecto, investigará el homicidio atendiendo el trabajo periodístico de Julio “como una de las posibles líneas a seguir”.

Tanto El Mundo de Córdoba, como compañeros de Julio entrevistados, aseguraron a este medio que el periodista había sido víctima en varias ocasiones de amenazas por su labor. 

“Él me comentó que en un par de ocasiones lo levantaron para darle una ‘espantada’ por todo lo que publicaba, que era el tema policiaco”, explica otro reportero que conocía a Julio. “Pero siguió reporteando porque era un apasionado del periodismo”. 

Apenas un día antes de su asesinato, el martes 8 de septiembre, Julio publicó una nota sobre una balacera en Cosolapa, localidad oaxaqueña que está separada de Tezonapa, Veracruz, por una calle, y donde opera el Cártel Jalisco Nueva Generación. 

Aunque la firmó con el clásico ‘De la redacción’ para evitar represalias, en la zona los delincuentes conocen a la perfección los nombres de todos los reporteros y sus medios. Y por eso hay quienes piensan que esa nota pudo ser el detonante de que horas después apareciera decapitado. 

Pero saberlo a ciencia cierta es imposible. 

“Si me dices que lo mataron por publicar lo de esa balacera, te digo que podría ser. Pero también te digo que pudo ser por cualquier otra cosa. Pudo ser esa balacera, o la de hace unas semanas antes, o por el muertito de hace unos días. Responder eso es como buscar una aguja en un pajar, porque en toda la región hay un problema grave de inseguridad”, explica el mismo periodista. 

Otro reportero dice con una fría normalidad que, en realidad, recibir amenazas trabajando como periodista en esa región es algo habitual. Desde las clásicas advertencias tipo ‘si publicas tal cosa, te va a llevar la chingada’, hasta levantones exprés, secuestros, ‘calentaditas’, etcétera. Algunas agresiones se denuncian y otras no, por miedo, o porque ya se considera parte de la chamba. Gajes del oficio. 

“Las amenazas son diarias. Cualquier nota sobre una balacera, un enfrentamiento, o un ejecutado, es susceptible de que a un grupo no le guste, y te amenace porque piensa que ya estás apoyando al rival, y así. Es algo muy complicado de sortear”. 

Un apasionado


Sus compañeros lo describen como un periodista comprometido. Foto: El Mundo de Cordoba.

Julio Valdivia es el segundo periodista asesinado en Veracruz en lo que va de 2020, tras el homicidio en marzo pasado de María Elena Ferral, del Diario de Xalapa, quien fue asesinada a balazos en Papantla. Desde 2013, la organización civil Artículo 19 ha contabilizado, al menos, 13 periodistas asesinados en la entidad que, durante el mandato de Javier Duarte, vivió una de las épocas más letales para la prensa. 

Los compañeros de Julio Valdivia coincidieron en destacar su compromiso con la información, que mantuvo aun y cuando por la pandemia de Covid 19 enfrentó meses de dificultades económicas. 

“Cuando no reunía dinero suficiente, se iba a trabajar de albañil, o a vender tamales por la calle, porque decía tenía que sacar a sus hijos para adelante como sea. Era un luchador”, dice uno de sus colegas. 

“Julio murió malamente, en tierra caliente y con precariedad económica. Pero en vida fue un periodista enamorado de su trabajo, que le gustaba moverse y llegar con su moto antes que nadie a la nota. Lo recordaremos siempre como un apasionado de su oficio”, concluye otro compañero.

Fuente: Animal Político