Reporteros con fronteras

 26/04/2018 - 09:05

Ricardo Uceda, El Informante

EL 15 DE ABRIL del 2016, el periodista Carlos Alejandro Rodríguez, de 25 años, publicó en OnCuba, un artículo titulado La soledad de la mujer pez. El año anterior Rodríguez había culminado la carrera en la Universidad Central Marta Abreu, de Las Villas. Cuando la nota fue publicada por On Cuba, un magazine digital norteamericano con redacción en La Habana, el periodista hacía su servicio social en el diario Vanguardia, un órgano del Partido Comunista de la provincia de Villa Clara. Como otros egresados de su generación, buscaba escribir en cualquier sitio que le permitiera descargar su energía de principiante. Por ejemplo, había publicado Un día, un viajero en CubaSí, un portal oficialista. Narró cómo se viaja en un bus desde Sagua Grande a La Habana: 46 paradas en 288 kilómetros. Y en OnCuba había escrito dos artículos. Pero no fue hasta el tercero que comprobó, sin proponérselo, el poder del periodismo.

La mujer pez, Milagros Guerra Vila, tenía 57 años y vivía en Guaracabuya, un pueblo de la provincia de Santa Clara. Carlos Alejandro, que era del mismo lugar, la había conocido de niño. Tenía ictiosis, una enfermedad genética que produce resecamiento de la piel, la cual se engrosa y presenta escamas como la de un pescado. Los ictiosos nacen con los párpados volteados, de forma que sus ojos tienen un inquietante marco enrojecido. Los labios lucen como carne viva. La foto de Milagros Guerra en OnCuba es inolvidable: una mirada sangrienta en un rostro de serpiente. Su familia la mantuvo escondida para que no espantara a los demás, y se había quedado analfabeta e inútil. Ahora estaba ciega. Ciega y abandonada en su casucha de Guaracabuya, sin familiares que la atendieran, sin vecinos que la ayudaran, sin médicos que la trataran de unas cataratas agresivas, cocinando a tientas su comida, una apestada en tinieblas. Con todo, cuando Carlos Alejandro empezó a entrevistarla mostró un alma dulce y esperanzada. Había llegado a enamorarse en silencio. Tenía ganas de vivir.

Milagros Guerra, la mujer pez, durante la entrevista con Carlos Alejandro Rodríguez para OnCuba. 

LA PUBLICACIÓN tuvo un impacto inusitado para el periodista. Muchas personas escribieron al medio, desde dentro y fuera de Cuba, para ofrecerse a ayudar. Una persona pagaría la operación. Otra le enseñaría a leer.  Otra enviaría dinero mensualmente. Algún comentario eran indignado: “Miles de médicos cubanos en los confines del mundo y que no haya uno en Guaracabuya para atender a esta mujer…”.

A esta sorpresa sobrevino otra: dos agentes de Seguridad Estado fueron a interrogar al reportero en la sala de redacción de Vanguardia, empleando la oficina del subdirector. Fueron amables, estaban preocupados por la mala imagen que la nota podría haber producido sobre Cuba en el exterior, dando la idea de que las instituciones no funcionan. Rodríguez ya había tenido experiencia con ellos. Cuando era estudiante, habían querido reclutarlo como informante para conocer las actividades de su novio, Maykel González Vivero, también periodista, quien tenía antecedentes negativos para la policía política.

En Villa Clara, Maykel González trabajaba en la Radio Sagua. En 2012, en un blog personal, demostró que las autoridades encargadas de elaborar el censo nacional modificaron el formato para no registrar a los convivientes del mismo sexo, como inicialmente se había considerado. Sus relaciones con la radio fueron deteriorándose conforme acentuó su activismo por los derechos homosexuales. El director reportó a Seguridad del Estado que había viajado a una reunión de derechos humanos en Suiza. Era un posible contrarrevolucionario. En 2015 la policía buscó en la universidad a Carlos Alejandro Rodríguez, con quien vivía, para obtener información. El estudiante quedó intimidado, pero no colaboró.

Un año después, en la redacción de Vanguardia, le preguntaron si OnCuba había modificado su texto. Dijo que no lo. ¿Y le habían pagado? Respondió que no. Era verdad, porque aún no había cobrado.

―Después de esa visita vino un período muy estresante para mí ―dice el periodista―. Estaba intimidado. Se me cayó el pelo.

Pero aparte de la historia de Milagros Guerra y de los antecedentes de Maykel González, había otra cuestión más en el fondo. 

CUANDO ESTOS hechos ocurrieron había en Cuba una sensación de tránsito hacia un reacomodo del socialismo, nadie sabía cómo. En 2008 Raúl Castro reemplazó oficialmente a su hermano Fidel, y en el partido se cocinaban propuestas para reactivar una economía estancada. Con el internet había llegado una blogósfera crítica encabezada por Yoani Sánchez, con millones de seguidores.  Durante los años siguientes el apremio por los cambios aumentaría, pues el apoyo desde Brasil y Venezuela anunciaba su final. La isla, además, sería castigada por dos agresivos huracanes.  El menor de los Castro permitió el viaje de los cubanos al exterior, la compraventa de autos y viviendas, la oferta de servicios privados, pero no hizo ninguna reforma mayor. En 2015 se anunció el descongelamiento de las relaciones con los Estados Unidos. En marzo de 2016, un mes antes de que Carlos Alejandro escribiera su nota sobre la mujer pez, Barack Obama fue el primer presidente norteamericano que visitó Cuba después de casi un siglo. Ese año llegaron más turistas que nunca. Los pequeños negocios privados de los cuentapropistas les llamaban la atención. Algo en el ambiente anunciaba nuevos vientos.

No habría nuevos vientos. En el Comité Central no hubo consenso acerca de cómo hacer una cierta apertura económica que permitiera la continuidad del socialismo y del poder en sus manos. Nunca buscarían retornar al capitalismo ni a un régimen político pluralista, eso estaba claro. Pero eran conscientes que debían hacer algo para dinamizar la economía y mejorar las condiciones de vida de la gente. En 2016, en el VII Congreso del partido, Raúl Castro dijo que al discutir las reformas se habían descubierto dos posiciones extremas: las nostálgicas del viejo socialismo y las enmascaradas, que buscaban restaurar el capitalismo. Desde el exterior también se percibieron contradicciones. Según el exembajador de México en La Habana Ricardo Pascoe, quien fue entrevistado por CNN la semana pasada, cuando Miguel Díaz-Canel relevó a Castro en el gobierno, los cambios necesarios fueron bloqueados por el sector más conservador del Comité Central, apoyado desde fuera por Fidel. Este sector veía amenazadas sus posiciones.

― Lo cierto es que cuando Obama llegó a Cuba, las posibilidades aperturistas ya estaban canceladas.―dijo Pascoe. 

EN LOS ESTADOS UNIDOS también había distintas visiones.  Los republicamos no estaban de acuerdo con hacer concesiones. Defensores de derechos humanos advirtieron que el régimen no daba ningún signo de que fuera a suspender la represión a los opositores. La línea de Obama partía de suponer que si en Cuba se permitieran inversiones extranjeras, en el marco de un acercamiento con los Estados Unidos, la dinámica de los negocios estimularía cambios democratizadores. La política del choque no había dado resultados. En La Habana un sector de intelectuales postuló que un clima menos hostil hacia el castrismo permitiría reformas como una ley de asociaciones, para que pudiera organizarse la sociedad civil, o una ley de prensa, que daría espacio a un periodismo no oficialista. La idea fue atacada por la oposición, descreída de que algún dialogo con el gobierno pudiera lograr su reconocimiento como sociedad civil. Y también la atacaron los sectores rígidos del partido. Estos planteamientos centristas eran la neocontrarrevolución, dijeron.

Cuando llegó Obama ya tenían varios años de existencia medios en línea editados por periodistas independientes que vivían en el país. Esto era lo distinto, porque publicaciones elaboradas fuera de Cuba, más bien opositoras, había muchas. Aparte de OnCuba, aparecieron El EstornudoPeriodismo de Barrio, y El Toque, entre otras. Todas ofrecían una oportunidad inédita para los jóvenes periodistas: desarrollar libres iniciativas de reportajes, tener mayores ingresos, hacerse conocidos.

Para el sistema oficial de comunicaciones, en cambio, se abría un problema complejo: de acuerdo con la Constitución la prensa solo puede ser estatal y dentro del cauce revolucionario. Este precepto nunca fue reglamentado. Así pues, ¿de qué manera un periodista podría atentar contra la Revolución? Ninguna norma lo dice. No había, por ejemplo, comités de censura. No eran necesarios. Si todos los medios son estatales, se controlan los contenidos nombrando o cambiando al director.

Sin embargo, la aparición del internet hizo inviable el sistema de dominio. Por lo menos en una forma absoluta. Actualmente el régimen bloquea el acceso medios digitales que no deben ser leídos desde Cuba ─la lista es larga─ pero no puede impedir que alguien suba contenidos y que estos sean conocidos en el exterior e indirectamente en la isla. El más importante de ellos, Diario de Cuba, es editado en Madrid y su producción es incesante. De todos modos, cuando apareció OnCuba, en 2012, el tema legal era menor porque, al fin y al cabo, era una publicación norteamericana. ¿Pero los nuevos medios cubanos? 

LA SOLUCIÓN INTERMEDIA fue permitirlos, una salida provisional e incómoda. A favor contaba el que ninguno de ellos se proponía hacer vocería de la oposición interna que pedía pluripartidismo y separación de poderes, sino, principalmente, contar la vida común de la gente. Además, al acceso al internet era limitado, y los cubanos que accedían fugazmente buscaban otros intereses.   En contra estaba el hecho de que la propia existencia de estos proyectos, por inofensiva que fuera, desafiaba el ordenamiento. Sin embargo, el propio Raúl Castro, al comienzo de su mandato, cuando anticipaba cambios para salvar el socialismo, había alentado a las voces críticas. Siempre que no fueran contrarrevolucionarias.

¿Pero cómo podría decidirse qué publicación crítica es o no contrarrevolucionaria? Desde La Pupila Insomne, un blog oficialista dirigido por el periodista Iroel Sánchez, los moderados empezarían a ser tratados como parte del campo enemigo. En un contexto así las nuevas expresiones periodísticas podían serlo también. Incluso la exposición de cualquier problema en algún medio estatal podía considerarse como una forma de darle pertrechos a la contrarrevolución.

En diciembre del 2010, ante la Asamblea Nacional del Poder Popular, Raúl Castro contó un episodio que viene al caso. Recordó la vez en que funcionarios llegaron a él para quejarse por una nota de Granma en la que se denunciaba que la leche producida la empresa estatal Triunvirato estaba siendo empleada para alimentar a unos cerdos. Todo porque se había malogrado el camión que llevaba el producto hacia los consumidores humanos. Los quejosos afirmaban que notas como esa desmoralizaban a los trabajadores. “No sabían que era yo el que la había ordenado”, dijo Castro, fustigando a estos críticos. En el discurso haría un llamado contra el secretismo, y llegó a decir: “O rectificamos o nos hundimos”.

Si esto pasaba en las alturas, ¿por qué tendría que sorprender que la policía política de Villa Clara encontrara peligroso el artículo sobre la mujer pez?  Resultó que no solamente estaba preocupada la Seguridad de Estado local. También el partido de la provincia. Ocurría que más de un periodista de Vanguardia colaboraba con OnCuba.

Transeúntes cubanos, desde la calle, admirando las vidrieras del lujoso Gran Hotel Kempinski (abajo), en la Habana Vieja.

DE ACUERDO con el sistema, un universitario que estudia periodismo debe hacer dos años de servicio social para graduarse. Se cumple en cualquiera de los medios del Estado, donde percibe un exiguo estipendio.  En Vanguardia, ninguno de los cinco colaboradores en OnCuba, que les pagaba el equivalente unos veinte dólares por nota, era simpatizante de algún movimiento opositor ni activista de cualquier causa. Cuando se enteraron de que el próximo congreso provincial de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) iba a tratar el tema de su trabajo paralelo y posiblemente a criticarlos, se reunieron para deliberar. Decidieron presentarse en la reunión y defenderse. Redactaron una carta.  Una vez allí, la leyeron, ante el estupor de los presentes, muchos de ellos viejos comunistas. La carta es conocida porque la publicó Diario de Cuba el 1 de julio del 2016 y se puede encontrar en internet. Contiene párrafos memorables.

Por un lado, los periodistas reivindicaban su derecho a escribir en medios que no ofendían a nadie. Por otro, criticaban la atadura de la prensa a las fuentes institucionales y oficiales, mencionando casos concretos del perjuicio: “¿Por qué los medios de la Isla esperaron varios días para referirse a la crisis migratoria provocada por los cubanos varados en Centroamérica, mientras la revista digital OnCuba actualizaba esos acontecimientos a diario? ¿Por qué OnCuba se refirió a las últimas inundaciones de Santa Clara y el periódico Vanguardia no?”.  Había una caza de brujas contra ellos, dijeron, y añadieron este argumento para que se les dejara tranquilos: si On Cuba atentaba contra la soberanía nacional, como se decía, ¿por qué escribían allí personajes vinculados al gobierno y contrataban con el medio las empresas estatales? La carta contenía una relación de las personas y de las compañías.

El episodio cobra actualidad porque los firmantes se apoyaron en expresiones de Miguel Díaz-Canel, entonces vicepresidente. Dijeron que él, “consciente de la función del periodismo”, había dicho que los medios “ya no tienen que aguardar orientaciones de arriba”. Ahora mismo los observadores se preguntan cuál será la orientación del nuevo mandatario. La prensa ha mostrado antecedentes que lo insinuarían como un aperturista. Sin embargo, en agosto de 2017 fue difundido un video de una reunión partidaria en la que Díaz-Canel se refirió al surgimiento de publicaciones aparentemente inofensivas, de perfil bajo, a las que encuadró dentro de la subversión ideológica. Estos medios enmascaraban sus verdaderas intenciones tras una supuesta postura crítica y de libertad de expresión, dijo. A continuación anunció que la plataforma digital de OnCuba sería clausurada, y que al gobierno no le importarían las protestas.

El diario El Nuevo Herald, citando al disidente que difundió el video, Antonio Rodiles, afirmó que la exposición ocurrió en febrero del 2017, antes de que Donald Trump revisara la política hacia Cuba. Para Harold Cárdenas, director de La Joven Cuba, un blog político dentro de las filas de la revolución, el video no revela la verdadera posición de Díaz-Canel.

―Donde ha estado ha producido cambios ―dijo, sin especificar cuáles serían

La experiencia de Cárdenas con el personaje es de otro tipo. Su blog, que promueve una discusión crítica, fue bloqueado por operadores desconocidos. Díaz-Canel lo buscó, se reunió con él, y resolvió el problema. 

DURANTE varios años, en Cuba y en otros países, he conversado con unos cincuenta periodistas y profesores de periodismo cubanos, la mayoría entre 25 y 35 años. El periodista Yoe Suárez y yo estudiamos los currículos universitarios y los paradigmas, que él publicará en un trabajo académico. Suárez, de 27 años, autor de una antología de cronistas y ganador de varios premios, entrevistó a editores para preguntarles cuáles eran las informaciones que consideraban de mayor interés público. Por mi parte he leído sistemáticamente un año de los artículos publicados por Periodismo de Barrio y El Estornudo, de marzo del 2017 a marzo del 2018.  Tengo un cuadro con artículos, autores y temáticas. Me hubiera gustado, pero no pude hacer lo mismo, con El Toque y OnCuba, aunque tengo una idea bastante cercana de lo que publican. De todo esto resultan conclusiones más profesionales que noticiosas, pero algunas pueden contribuir a entender mejor la coyuntura.

La primera sorpresa es que la formación de los periodistas se hace con los patrones tradicionales del periodismo liberal. Los héroes son Woodward y Bernstein, Capote, García Márquez. No está desarrollado un entrenamiento sobre cómo ser periodista revolucionario: ¿qué informaciones debe consumir el pueblo y cuáles no?, ¿cómo procesar las denuncias contra un dirigente?, ¿cómo meter propaganda en la información? El paradigma es la verdad, pero no está trazado el camino de cómo llegar a esa verdad. “Cuando salimos de la universidad hacia los medios estatales hay un choque”, dijeron, casi con las mismas palabras, buena parte de los entrevistados.  Otra comprobación es la abrumadora cantidad de trabajos académicos de los profesores universitarios que critican el sistema informativo por su rigidez y falta de reglas acerca de lo que está o no permitido. Tercero, los temas de mayor interés público para los editores consultados son, en este orden: situación política interna, condiciones de vida y migración. 

SALTA A LA VISTA QUE los principales diarios del partido ―GranmaJuventud Rebelde― tienen déficit informativo sobre la política interna. Cubren solo la escena oficial, y los debates sobre el proceso de cambios transcurrieron a puertas cerradas. Pero los medios alternativos tampoco lo hacen: carecen de fuentes. Además, sus intereses van por el lado de la información abierta disponible. Periodismo de Barrio, dirigido por Elaine Díaztiene una temática en la que predominan crónicas sobre vida cotidiana y medio ambiente. No hace notas políticas. En 2017, un reportaje sobre Farah María, la diva del travestismo cubano, ganó el premio Gabo, de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano. Su Código de Ética, de 86 puntos, incluye una serie de principios sobre lo que debe o no debe hacerse. Las limitaciones existentes, que incluyen las económicas, obligan a estas publicaciones a fijarse una agenda parcial.

A diferencia de Periodismo de BarrioEl Estornudo no tiene más declaración de principios que la de hacer el periodismo que le place. La placen las crónicas, que son extensas y disconformes con el estado de las cosas. Aunque muchas son de gran factura, ejerciendo lo que podría llamarse crítica social, la escena política no es cubierta informativamente. En marzo de 2018, luego de que su editor escribiera una corrosiva nota sobre los contrastes entre el majestuoso Hotel Kempinski, en la Plaza XXXX, y la pobreza que lo circunda, la publicación fue bloqueada. Ya no se puede leer en Cuba.

Aún se lee El Toque, bajo la batuta de José Jasán, que ha añadido a su oferta de crónicas urbanas, comentarios y notas críticas que expresan el sentimiento general de expectativa por cambios y mejoría de las condiciones de vida. Otro medio virtuoso, Postdata.Club, dirigido por Saimi Reyes y su esposo, Yudivián Almeida, que además de periodista es doctor en Matemáticas, vendría a ser lo que más se aproxima al periodismo investigativo clásico, con acento en el análisis de datos por computadora: información dura sobre los negocios privados, las importaciones de motos desde Panamá, la composición de la nueva Asamblea Nacional.

Carlos Alejandro Rodríguez y Maykel González (con sombrero). La policía quiso reclutar al primero. 

ON CUBA, finalmente, no fue bloqueada, pero aún forma parte de la prensa que puede ser considerada Caballo de Troya del imperialismo. Mientras el régimen decide qué estatus tendrá la prensa no estatal en el futuro, habrá represión selectiva por distintos motivos. En octubre del 2016 fueron detenidos reporteros de Periodismo de Barrio que recorrían las zonas afectadas por el huracán Matthews. Al año siguiente pasaron por el mismo trance Maykel González y Carlos Alejandro Rodríguez, mientras reporteaban los daños del huracán Irma. Otros, como periodistas de La Hora de Cuba, fueron llevados a la justicia por ejercer actividad ilícita, porque no puede ejercerse el periodismo en un entorno no estatal. Los ejemplos mostrados en esta nota no sugieren, bajo ningún concepto, peligro alguno para el régimen, pero darles carta de ciudadanía a un emprendimiento periodístico privado parece un paso enorme. Así como abrir completamente las compuertas de la pequeña propiedad. O como masificar el internet. ¿Qué será de todo esto en cinco años? La respuesta está asociada a lo que haga o deje de hacer Díaz-Canel. 

LE ENVÍO un email a Carlos Alejandro Rodríguez para saber qué fue de la vida de la mujer pez, dos años después. “Hola ―respondió―. La mujer pez sigue en las mismas. El revuelo que provocó mi trabajo ya pasó. Las autoridades la llevaron al oftalmólogo, y su enfermedad no tenía remedio. Sin poder ver, no pudo aprender a leer. Con el dinero le compramos algunos bienes indispensables. Me gustaría volver a escribir un trabajo que actualice su vida”.

Tomado del diario La República